Siete consejos para terminar los asuntos pendientes con el menor grado de insatisfacción posible.
Esas tareas de la lista de pendientes que nunca llegamos a «tildar» y que se van apilando durante semanas o meses. La envidia por la gente que disfruta de correr, hacer gimnasia, comer sano, mientras que para nosotros implican un extra de fuerza de voluntad. No todas las cosas a las que nos enfrentamos cada día nos disparan un «Hell, yeah!!!» (¡Por supuesto que sí!), que es la vara que usa Manu Ginóbili para definir si le dedica tiempo y energía a una determinada propuesta (porque la vida es corta).
Ante esta avalancha de «pendientes» no resueltos que se suman como bola de nieve en las semanas de fin de año, hay una buena noticia: la literatura de smart-thinking (economía del comportamiento, psicología experimental, economía de la felicidad, neurociencias, etcétera) tiene acumulada —para contrapesar— una montaña de libros e investigaciones para que resulte más fácil hacer aquellas tareas odiosas. Lo que sigue es un compendio de siete técnicas para dar un paseo por el «infierno» y no incinerarnos en el intento, recogidas de distintos autores e investigadores.
1) Concentrar el sufrimiento: No es un consejo de un manual de sadomasoquismo, sino lo que sugiere Shawn Smith, un experto global en diseño de experiencias, sobre la base de estudios de economía de la felicidad. El diseñador inglés recomienda concentrar aquellos ítems que generen dolor o angustia en el lapso más corto y concentrado de tiempo; y segmentar lo más que se pueda los momentos de placer. Por ejemplo: dejar una tarde de la semana para aquellos trámites odiosos, llamadas a centros de atención al cliente, conversaciones difíciles, etcétera. Detrás de esta estrategia está el sesgo de «aversión a la pérdida» que estudia la economía del comportamiento y que establece que el impacto emocional de las pérdidas o fracasos es desproporcionadamente mayor que el de los éxitos y ganancias. Como hacemos mucho foco en lo negativo, conviene removerlo rápido, como sacar una curita de un tirón. Asociada a esta recomendación está la de resolver todos aquellos ítems que lleven menos de dos minutos, porque de esta manera dejan de consumir energía mental, culpa, etcétera.
2) Practicar cuando hay poco en juego: Muchas de las tareas poco agradables que enfrentamos lo son porque tienen un riesgo asociado (de que la situación salga mal, de que se desborde, de que pasemos un momento desagradable). Hal Gregersen, quien fue director del Centro de Liderazgo del MIT, sugiere para estos casos armar «betas» de la experiencia con bajo riesgo si salen mal. Por ejemplo, si la tarea odiosa es dar un discurso en público, practicarlo de manera cotidiana con menos auditorio y con conocidos.
3) Emparejar el «deber» con el «querer»: Nada más viejo que la estrategia de palo y zanahoria: premiarnos con algo rico después de salir a correr, por ejemplo; o salir al cine luego de una jornada extenuante de trabajo. Una variación más reciente de este método se bautizó en inglés «temptation bundling» y consiste en agrupar al mismo tiempo tareas que requieren fuerza de voluntad con otras que nos dan gratificación. Por ejemplo, escuchar nuestro podcast favorito solo cuando hacemos actividad física, o ir al mejor café solo para estudiar o trabajar. Los especialistas en productividad personal aseguran que, con el tiempo, estas tareas se «aparean» en el cerebro y cambian los hábitos y las motivaciones. Una forma práctica de implementarlo es hacer una lista con aquellos ítems que nos cuesta encarar y otra con los que nos gratifican, y ver cuáles se podrían asociar para hacerlos en simultáneo.
4) No cortar la serie: Años atrás, el actual director de la Maestría en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella, Sebastián Ludmer, desarrolló en Princeton, donde investigaba, un modelo que mostraba que cuando hacemos tareas que requieren fuerza de voluntad «en serie» (ir al gimnasio varias veces por semana, por ejemplo), tendemos a una dinámica de «rachas»: tantos meses sin faltar, varios meses sin pisarlo siquiera. El modelo de Ludmer plantea que hay algo así como una «autorreputación» que defendemos y que tiene un costo marginal decreciente la segunda o tercera vez que faltamos al gimnasio. Por eso es importante ser conscientes de este esquema y no cortar la racha. Si se corta, la segunda vez nos resulta mucho más fácil tirar la chancleta, total, ¿qué le hace una mancha más al tigre?
5) La acción llama a la acción: Mercedes Korín, experta en cambio profesional de Modo Delta, destaca que en estas tareas odiosas no hay que esperar un disparador para arrancar. «Así como se hace camino al andar, es en la acción (y no en el devaneo mental acerca de cómo debería ser esa acción) donde se va rumbeando, corrigiendo y ajustando», remarca. «Hay que evitar ocultar el temor bajo obstaculizadores disfrazados de mesura, del estilo: ‘estoy pésimo en mi trabajo, pero hasta que no termine la tesis no voy a buscar otra cosa’... y por ahí falta un año de cursada y otro de tesis».
6) Que no quede otra: Es tal vez el método más drástico. Diez años atrás, dos académicos de la Universidad de Yale, Dean Karlan e Ian Ayres, lanzaron Stickk.com, un sitio en el cual uno podía hacer una apuesta consigo mismo a futuro. En Stickk, se fijaba un objetivo y se depositaba una cantidad de dinero considerable (típicamente, US$ 5.000 o US$ 10.000). Si al cabo de un tiempo no se cumple con la meta, el dinero va a parar a una entidad benéfica. La tasa de éxito superó el 85%. Karlan y Ayres basaron su idea en un principio básico de la economía del comportamiento: el sesgo de «aversión a perder», que indica que una fracaso o una pérdida nos impacta tres veces más en nuestro bienestar emocional que una ganancia o un éxito (con el signo cambiado). Stickk.com invierte los incentivos: se pasa de la recompensa (verse más delgado, sentirse mejor) al castigo (perder plata), que es tres veces más eficiente. Para escritores que se dejan estar, se puede probar con «la app de escritura más peligrosa del mundo» (www.themostdangerouswritingapp.com). Es tan estricta que si se frena apenas unos pocos segundos se pierde todo lo escrito hasta el momento. Al entrar al sitio, lo único que se ve es un botón grande que ofrece empezar a escribir, más la posibilidad de elegir el tiempo tras el que se quiere descansar.
7) Concentrarse en el proceso: Si la tarea odiosa tiene que ver con un objetivo que parece muy ambicioso y encierra riesgos de fracaso, conviene poner foco en el proceso y diseñarlo de forma que sea lo más disfrutable posible. Este es un esquema mental que se usa en el deporte de alta competencia. Si el objetivo es correr una maratón, diseñar un plan de entrenamiento en lugares agradables, en grupo, y olvidarse del resultado final. En el diseño del proceso pueden usarse algunos ítems mencionados anteriormente: asociar tareas que demandan fuerza de voluntad con otras que producen satisfacción; lanzarse a la acción sin dar muchas vueltas, concentrar lo desagradable en poco tiempo, etcétera. Y ahora sí, a completar los pendientes. Ya no hay excusas. productividad, recursos humanos
Fuente: El Empresario en base a La Nación